Opinión

¿Quiénes financian las campañas políticas?/ Alejandra Ortega

Por: Alejandra Ortega

Morelia, Michoacán, 02 de julio de 2017.- El financiamiento de las campañas políticas en nuestro país es un problema tremendo, aquí los políticos buscan llegar a los puestos de poder sin gastar un sólo peso suyo, pero también recuperando lo prestado y aportado, a través de jugosos convenios y puestos, que por supuesto terminamos pagando los ciudadanos.

Esto muy aparte de los enormes recursos que el Instituto Nacional Electoral (INE) otorga a cada partido, que sin importar su tamaño y sólo por estar registrado le toca su tajada del pastel.

Cosa muy diferente sucede en países como Estados Unidos, en donde los candidatos hacen una ardua labor, con mucho tiempo de anticipación, para reunir los fondos para su campaña. Ellos recurren a las aportaciones públicas, pero también a las de particulares, de empresarios y de organizaciones no gubernamentales, que pueden hacerse directamente al candidato o no, pero siempre son reguladas por los comités, que deben hacer público su apoyo.

Incluso cualquier ciudadano, de cualquier edad puede cooperar con la cantidad de dinero que pueda, y se obliga a los candidatos a rendir cuentas de estos dineros y a clarificar los nombres de quienes los financian.

Y dentro de estas largas listas de donantes podemos encontrar nombres de artistas y productores famosos, de magnates tan conocidos como Jorge Soros, quienes en cada campaña política invierten a demócratas o republicanos.

En 1971 se creó un fondo de campaña, en el que los ciudadanos a la hora de hacer su declaración de renta, pueden decidir asignar tres dólares a estas bolsas que casi todos los candidatos usan.

Es así que el sistema estadounidense tiene dos tipos de comités: Uno en donde los recursos van directamente a los candidatos, son fiscalizados y tienen un tope, y otro en el que pueden reunir cantidades ilimitadas de dinero y que no van a las manos del candidato, sino a los comités estatales y locales.

Pero hay otros sistemas mucho más efectivos, que permiten campañas súper austeras como en el Reino Unido. Allá existen estrictos límites en el gasto que los partidos hacen para su promoción. Además de que los tiempos de campañas son de los más cortos que existen en el mundo.

En aquél país es común ver a los candidatos tocando de puerta en puerta para entregar a los ciudadanos sus propuestas impresas en volantes. Según los británicos, una campaña debe basarse en la socialización de las propuestas y su plataforma, no en recaudar dinero como hacen los norteamericanos.

Además tienen prohibido usar la televisión y radio para hacerse promoción. Asimismo, la fiscalización para ellos es muy compleja y se hace desde varios meses antes de iniciar los procesos de elección.

Pero en Suecia la cosa se pone mejor. Ahí no hay legislación que regule las campañas y los fondos de éstas. Aquí todo se hace mediante reglas y normas morales, sí morales.

Y aunque no hay quien los obligue a transparentar los recursos obtenidos en esos tiempos, los mismos partidos y el parlamento acordaron hacerlo de forma voluntaria, es decir, los propios políticos buscan, sin que se les obligue, transparentar sus acciones y recursos.

Y aunque para muchos el modelo estadounidense está considerado como el peor del mundo, parece que no han volteado a ver a México, en donde todo se hace por debajo de la mesa, mediante las famosas “negociaciones”, con trampas y dándole la vuelta a las leyes y normas.

Aquí nadie se entera bien de dónde son sacados esos recursos millonarios para las campañas, independientemente de las grandes y absurdas sumas de dinero que destina el Estado para estos fines, en un país en donde las carencias son muchas. Y en el que, aunque no está legalmente permitido, se filtra dinero de orígenes muy dudosos.

Costosas campañas que hacen inverosímil que puedan reunirse tales cantidades de dinero, en un país en el que todos los días nos quejamos por la crisis y en donde la clase predominante son los pobres.

Nos falta mucho para llegar a ser una sociedad como la británica o sueca, el secreto es la forma en la que están educados los ciudadanos.

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