Opinión

Código alpha: Jóvenes en política, una generación de botargas.

Por: Sergio Santiago Núñez Galindo.

En ningún momento de la historia de México, la demografía del país nos brindó tantas oportunidades como a comienzos del siglo XXI, un panorama esperanzador en términos económicos y productivos, todo ello impulsado por una generación de mexicanos que se ubicaba en edades productivas y que estaba llamada a ser el relevo natural no sólo de la economía de la nación, sino que incluso pintaba para ser un enorme revulsivo para las instituciones y para refrescar la vida política y pública de nuestra nación. Sin embargo todas esas esperanzas, todo ese potencial que acompañaba al llamado “bono demográfico”, al pasar los años y bien entrado el siglo XXI, al parecer ha terminado por convertirse en el discurso de lo que pudo ser y de lo que nunca despegó, en la desilusión juvenil generalizada que se pierde en el bosque del olvido y en una preocupante crisis de participación política, violencia y falta de oportunidades que hoy pareciera tener a nuestra juventud de rodillas ante un futuro que ya los ha alcanzado y los ha tomado todavía dormidos.

Hoy en 2018 año trascendental para el rumbo y destino de la nación, debemos hacer una pausa en medio del enloquecido mundo electoral y preguntarnos ¿Cuál es el papel de la juventud dentro de este proceso decisivo? ¿Casi veinte años después del promisorio año 2000 realmente “las nuevas generaciones” han sabido responder a ese llamado histórico que los señalaba como los grandes catalizadores del cambio?

Hoy, paradójicamente, en la época de las redes sociales, de la comunicación global y de las posibilidades infinitas, pareciera que los jóvenes mexicanos pueden ser divididos en dos grandes grupos: por una parte los que se encuentran desencantados de la política y repiten casi a manera de mantra “que todos los políticos son iguales”, que muestran un total desinterés por enrolarse en cualquier proyecto de carácter político o electoral y que se manifiestan a favor de prácticas como el voto nulo, el abstencionismo y el desprecio generalizado hacia cualquier cosa que les huela a gobierno, política y partidos. Sin embargo y desgraciadamente para ellos, no está de más recordarles que muchas de sus “propuestas” de desobediencia civil  terminan por apoyar a los partidos que cuentan con robustas maquinarias electorales o votos corporativos claramente identificables, así es como terminan indirectamente apoyando a los malvados políticos que tanto dicen odiar.

Del otro lado del espectro tenemos a los jóvenes que participan en política activamente, desgraciadamente en este otro escenario tampoco se observan visos de mejoría en cuanto al talante de la juventud; vemos a jóvenes que la gran mayoría de las ocasiones juegan papeles muy secundarios dentro de las estructuras partidistas y puestos estratégicos, vemos una juventud que se dice harta de las prácticas políticas nocivas, pero que en la realidad aspira a emular, imitar y peor aún, idolatrar  las fobias y filias que les han heredado los liderazgos políticos de antaño. Pareciera que hoy, en materia política la juventud se siente cómoda jugando a ser “la versión miniatura” de políticos cincuentones, a cargar el maletín, a tomar las fotos y a aplaudir sin mayor esfuerzo los discursos maniqueos de liderazgos prehistóricos que se niegan a ceder cotos de poder y oportunidades para rostros nuevos.

Podríamos creer fácilmente que los tiempos han cambiado y que las  nuevas generaciones se abren paso dentro de la pirámide política, sin embargo en el fondo sólo vemos un muy maquillado cambio de formas: hoy el joven político promedio ha cambiado los trajes oscuros por tenis y chalecos, la oratoria anquilosada por discursos pegajosos, pero en el fondo términos y conceptos tan ambiguos y abaratados como el “mi líder”, lealtades, traiciones y una preocupante falta de preparación política, formación académica adecuada y una crisis de propuestas es lo que sigue pautando la incidencia de muchos de los liderazgos jóvenes en la escena actual.

Los tiempos apremian , decía Tolstoi que las guerras terminan por definir a sus generaciones y hoy la guerra de los jóvenes en la política está marcada por la improvisación, por el culto a la personalidad, la falta de perfiles adecuados y la crisis de propuestas; así pues mientras los jóvenes sigan conformándose con agitar banderitas, tomarse fotos con candidatos y ser postulados a puestos de elección popular en campañas perdidas desde su origen, no veremos un mayor legado de esta generación en la vida pública más que ser recordados como la generación que le hizo el caldo gordo a los dinosaurios, que por falta de formación se perdió en el eco ridículo de las propuestas sin sentido como las carreras de botargas, carreras de colores y carreras de ocurrencias para “atacar” problemas sociales.

Tenemos ante nosotros el desafío de enderezar el barco de la nación y dicha empresa sólo podrá ser afrontada con perfiles jóvenes pero con preparación, decisión y que dejen de lado las ridículas formas cuasi religiosas de adoración a los políticos tradicionales: esos serán precisamente los jóvenes que cambien y lideren el futuro del país, debemos entender que es necesario romper moldes  y dejar de ver a los políticos como seres impolutos que merecen toda clase de adulaciones y alabanzas fariseas, pues de lo contrario nosotros mismos como jóvenes habremos de condenarnos a conformarnos con jugar un papel secundario.

La historia como filtro de liderazgos tiende a poner a cada generación en su lugar, tal como puso a nuestros abuelos en la plaza de las tres culturas en Tlatelolco en 1968, tal como puso a muchos de nuestros padres en las calles en el conflicto postelectoral de 1988, así que esperemos que por propia dignidad de nuestros contemporáneos, nuestros propios actos no nos lleven a ser recordados como la generación que se perdió y que sólo le pudo dar al país carreras de botargas y entrega de dádivas como su mejor intento de participación política de vanguardia.

Artículos relacionados

Comprobar también
Close
Back to top button

Adblock Detected

Por favor, permítenos mostrar nuestros anuncios, para poder continuar con el funcionamiento de esta página